**Paso 1: RECONOCIMIENTO**
La Presencia Divina es la quietud eterna que existe más allá de toda turbulencia. Es la calma profunda que permanece inmutable en el centro mismo de toda existencia, como un lago cristalino que refleja perfectamente el cielo sin importar las ondas en su superficie. Esta Presencia es la armonía fundamental del universo, la serenidad que abraza toda creación con su gracia silenciosa y amorosa.
**Paso 2: UNIFICACIÓN**
Esta misma quietud divina vive en lo más profundo de mi ser. La serenidad de la Presencia Divina es mi naturaleza verdadera, fluyendo a través de cada célula, cada pensamiento, cada respiración. Soy una expresión perfecta de esta paz eternal, conectado inseparablemente con la calma infinita que sustenta toda la vida. La armonía divina se mueve a través de mí como mi propia esencia.
**Paso 3: REALIZACIÓN**
En este momento reconozco que la paz no es algo que debo alcanzar, sino la realidad que ya soy. Mi mente descansa en una claridad cristalina, libre de resistencia y conflicto. Mi corazón se expande con una fortaleza serena que permanece inquebrantable ante cualquier circunstancia. Esta paz se irradia desde mi interior, tocando cada aspecto de mi experiencia con su gracia transformadora.
**Paso 4: AGRADECIMIENTO**
Una gratitud profunda y dulce llena mi ser completamente. Es un agradecimiento que brota naturalmente, como un manantial que surge de la tierra fértil. Esta apreciación es pura y expansiva, envolviendo mi experiencia en una calidez dorada que nutre mi alma.
**Paso 5: LIBERACIÓN**
Con total confianza, libero estas palabras a la Presencia Divina, sabiendo que ya están manifestándose en mi experiencia. Y así es.
Co-crea con el Espíritu a través de la intención consciente
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